CRÓNICAS DE LA POESÍA II
Ya que
Odín dominaba la ciencia de las runas y ya había bebido de las aguas del
manantial de Mimir, él ya era el más sabio entre los dioses. Pero una vez supo
del poder de la poción de la inspiración elaborada a partir de la sangre de
Kvasir, ambicionó poseer el fluido mágico. Con tal propósito viajó hasta
Jötunheim. De camino hacia la casa del gigante, pasó al lado de unos terrenos
donde se encontraban nueve feos esclavos atareados recogiendo heno.
Odín se
detuvo por un momento y les observó en su trabajo y, percatándose de que sus
guadañas parecían muy despuntadas, se ofreció a afilarlas, algo que ellos
aceptaron entusiasmados. Sacándose la piedra de afilar de su pechera, Odín
procedió a afilar las nueve guadañas, creando hábilmente uno filos tan
cortantes que los esclavos le rogaron que les regalase la piedra. Con resignación
bien humorada, Odín arrojó la piedra sobre la pared, pero los nueve esclavos
saltaron simultáneamente para cogerla, hiriéndose entre ellos con sus afiladas
herramientas. Enfurecidos ante sus respectivos descuidos, comenzaron a pelearse
y no se detuvieron hasta que todos estuvieron o bien heridos de muerte o
muertos.
Impávido ante esta tragedia, Odín continuó su viaje, llegando poco
después a la casa del gigante Baugi, un hermano de Suttung, el cual le recibió
de forma hospitalaria. En el transcurso de la conversación, Baugi le informó de
que estaba muy azorado, pues era tiempo de cosecha y todos sus hombres acababan
de ser encontrados muertos en el campo. Odín, que en esta ocasión se había
presentado con el nombre Bolwerk (causador de males), pronto ofreció sus
servicios al gigante, prometiéndole realizar el trabajo equivalente de los
nueve esclavos y trabajar diligentemente durante todo el verano, a cambio de un
solo trago del aguamiel mágico de Suttung cuando la atareada estación hubiese
acabado.
El trato fue inmediatamente aceptado y el nuevo sirviente de
Baugi, Bolwerk, trabajó incesantemente durante todo el verano, más allá de lo
que requería sucontrato, recogiendo apropiadamente todo el grano antes de que
las lluvias de otoño comenzaran a caer. Cuando llegaron los primeros días de
invierno, Bolwerk se presentó ante su señor, reclamando su recompensa. Pero
Baugi vaciló y puso reparos, diciendo que no se había atrevido a pedirle
abiertamente a su hermano Suttung el trago de la inspiración, pero que
intentaría obtenerlo usando la astucia. Bolwerk y Baugi se dirigieron juntos
hacia la montaña donde Gunlod vivía y, como no pudieron encontrar otro modo de
entrar en la cueva secreta, Odín extrajo su fiel taladro, llamado Rati, y le
ordenó al gigante que usara toda su fuerza para hacer un agujero por el que
pudiese arrastrarse hasta el interior.
Baugi
obedeció en silencio y, tras trabajar durante un corto período de tiempo,
retiró la herramienta, diciendo que había atravesado la montaña y que Odín no
tendría dificultad en deslizarse hasta dentro. Pero el dios, desconfiando de
tal afirmación, se limitó a soplar dentro del agujero y cuando el polvo y los
guijarros salieron hacia el exterior, le ordenó severamente a Baugi que
reanudara su trabajo y que no intentara engañarle de nuevo. El gigante hizo lo
que se le pidió. Transformándose en una serpiente, reptó por el interior con
tal rapidez que logró evitar el afilado taladro cuando Baugi se introdujo
traicioneramente tras él con la intención de matarle.
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