Imagínate por un momento que eres una historia, al principio todos te conocen, incluso te consideran real, pero con el tiempo vas cayendo en el olvido hasta convertirte en un mito, un mito perdido, vagando si rumbo por todos los universos, lo único que te mantiene con vida es que de vez en cuándo, alguien te encuentra. Yo me dedico a buscar estas historias, y cuando las encuentro las publico en este pequeño rincón digital, puede que nadie las lea nunca, pero al menos ahora están menos perdidas.
miércoles, 1 de febrero de 2017
El pescador y la foca
Los habitantes de Shetland y Orkney creían que las focas podían despojarse de su piel para jugar bajo la forma de hombres o mujeres. Es así que un día un pescador paseaba por la orilla de una cala oculta descubrió a dos hermosas mujeres que jugaban a darse caza. A unos metros de ellas habían dos pieles de foca, el pescador cogió una extrañado.
Al ver esto las dos mujeres corrieron apuradas hacia él, una cogió la piel que aún yacía en el suelo y se lanzó al agua mientras que la otra le rogó que le devolviera la piel. Pero el pescador la vio y le gustó mucho, por lo que en vez de devolvérsela empezó a seducirla hasta que consiguió convencerla de que se quedara con el en forma humana.
Años más tarde, cuando la feliz pareja llevaba años casada y tenía dos hermosos hijos, el pescador empezó a notar que su esposa actuaba de forma misteriosa saliendo a pasear a altas horas de la madrugada. Un día la siguió y pudo advertir que conversaba en susurros con alguien que no pudo llegar a ver.
Al día siguiente cuando anochecía se encontró con una foca macho y otra hembra apoyadas en una roca de la orilla. La foca macho le dijo:
–Tú me despojaste de la que iba a ser mi compañera, y solo pude adivinar qué había pasado al encontrar su piel. No te deseo ningún mal porque sé que has actuado con bondad y que la has hecho feliz, solo te pido que ahora que la he recuperado te despidas de ella para que podamos volver a vivir en el mar, que es nuestro verdadero hogar.
La foca hembra había estado observando al pescador con timidez y dulzura, pero para cuando el apenado marido fue a intentar retenerla solo pudo alcanzar a ver cómo ambas focas se sumergían en el mar y desaparecían en su espesura.
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