martes, 13 de diciembre de 2016

El robo del aguamiel - Mitología Nórdica


< Relato anterior (muy recomendable leerlo antes)


CRÓNICAS DE LA POESÍA III




Tras alcanzar el interior de la montaña, Odín volvió a adquirir su apariencia divina y manto estrellado y entonces se presentó en la cueva de estalactitas ante la bella Gunlod. Pretendía ganarse su amor como medio para inducirle a concederle un trago de cada uno de los recipientes confiados a su cuidado.

Conquistada con su apasionado cortejo, Gunlod consintió convertirse en su esposa y, tras haber permanecido durante tres días enteros con ella en su guarida, la giganta extrajo los recipientes de su lugar secreto y le dijo que podía tomar un sorbo de cada uno de ellos. Odín se aprovechó bien de este permiso y bebió tan profundamente que vació completamente los tres recipientes. Entonces, tras haber obtenido lo que quería, salió de la cueva y poniéndose sus plumas de águila, se elevó hacia el cielo, en dirección a Asgard.



Todavía se encontraba lejos del reino de los dioses cuando se percató de que alguien le perseguía y, ciertamente, Suttung, habiendo asumido también la forma de un águila, venía tras él a gran velocidad, con la intención de forzarle a devolver el hidromiel robado. Así que Odín voló más y más rápidamente, estirando todos sus nervios para llegar a Asgard antes de que el enemigo le alcanzara. Mientras se aproximaba, los dioses observaron inquietos la carrera.

Viendo que Odín sólo sería capaz de escapar con dificultad, los Ases reunieron rápidamente todos los materiales combustibles que pudieron encontrar y, mientras volaba sobre las murallas de su morada, prendieron fuego a la masa de carburante, para que las llamas chamuscaran las alas de Suttung al seguir persiguiendo al dios, tras lo cual cayó en el mismo centro del fuego, donde pereció abrasado. Mientras, Odín voló hasta el lugar donde los dioses habían preparado recipientes para el aguamiel robado, y vomitó el fluido de inspiración con tanta rapidez que unas pocas gotas cayeron y fueron dispersadas por la tierra.

Ellas se convirtieron en la porción de poetas y escritores, reservándose los dioses la mayor parte del brebaje para consumo propio, concediéndole ocasionalmente un sorbo a algún mortal al que favorecieran, el cual, inmediatamente después, cobraría fama mundial por sus inspirados cantos. Ya que los hombres y dioses le debían el preciado regalo a Odín, ellos nunca dudaban en expresarle su gratitud y no sólo le llamaban por su nombre, sino que le veneraban como el patrono de la elocuencia, la poesía y el canto, y de todos los escaldos.



Texto sacado de aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario