Nunca hubo un monstruo tan monstruoso como Tifón. Tifón era
fruto de la rabia acumulada de Gea. La diosa Madre no soportaba que sus hijos,
los Titanes, hubieran sido derrotados por sus nietos, los Olímpicos. Hacía poco
que Gea había lanzado contra estos a los Gigantes, y la verdad es que Zeus y
sus hermanos disfrutaron vapuleándolos. Con Tifón fue muy diferente. Todos los
dioses, a los que se debería suponer curados de espanto, salieron corriendo a
esconderse nada más divisarlo desde el Olimpo.
Minerva, la diosa
guerrera, tuvo que insistir mucho para que Zeus saliera a enfrentarse con
Tifón. En los primeros encuentros ganó Tifón. Finalmente, Zeus se sobrepuso.
Descargando sucesivas andanadas de rayos, logró sepultarlo en Sicilia. De hecho
Tifón sigue allí; cuando se agita bajo tierra brotan llamas y columnas de humo
del volcán Etna.
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