jueves, 29 de junio de 2017

La crisis divina - Amaterasu retira el sol




Amaterasu, diosa del sol, se asustó terriblemente cuando su hermano Susano arrojó un caballo despellejado por el techo de la hilandería sagrada y al decidir retirarse a lo que en el Kojiki se denomina «Cueva de las Rocas Celestiales» (o Ama-no-iwato) se produjo una crisis divina análoga a las que se encuentran en casi todas las mitologías, como el relato egipcio del triunfo temporal del malvado dios Set y el mito griego del rapto de Perséfone, que provocaron enormes catástrofes en el mundo. Algunos expertos interpretan la retirada de Amaterasu como una muerte y una sepultura simbólicas, pero también podría tratarse de una metáfora de un eclipse total de sol, desencadenado por el acto que acababa de presenciar la diosa del sol.

El retiro voluntario de Amaterasu sumió en la oscuridad absoluta las Elevadas Llanuras del Cielo y la Tierra Central de la Llanura de Juncos, es decir, el reino de los mortales, a consecuencia de lo cual quedaron en barbecho los arrozales y sobrevinieron diversas calamidades. Desesperados, la «miríada de ochocientos» dioses se reunieron en solemne asamblea junto al río celestial para discutir la forma de convencer a Amaterasu de que abandonara su escondite. (En este contexto, el número ocho japonés, el ya, es sagrado e implica un contingente y no un total específico.)

Omori-kane-no-kami, el hijo sabio de Takamimusubi, ofreció una solución. Como los sonidos de cierras aves «que gritaban desde tiempo atrás» (probablemente gallos) no dieron los resultados deseados, Omori-kane y las demás divinidades concibieron una complicada estratagema. En primer lugar, construyeron un espejo mágico que suspendieron de las ramas del árbol de sakaki sagrado arrancado de un bosque de montaña. Después, mientras varias deidades empuñaban objetos mágicos y celebraban una solemne liturgia, una hermosa diosa joven llamada Ama-no-uzume (en este contexto probablemente una diosa del alba, como la Aurora romana, la Eos griega o las Ushas védicas, si bien ninguna de las fuentes antiguas la caracteriza de esta forma) subió sobre una tina colocada al revés y ejecutó una danza erótica.


Su objetivo consistía en engañar al sol para que volviese a aparecer. Los dioses soltaron tales carcajadas que las Elevadas Llanuras del Cielo temblaron como sacudidas por un terremoto y el ruido penetró en el escondite de Amaterasu. Curiosa, abrió la puerta de la cueva, sólo una rendija, y gritó: «¿Por qué canta y baila Ama-no-uzume y por qué ríe la miríada de ochocientas deidades?» La joven diosa respondió en nombre de todos: «Nos regocijamos porque aquí hay una deidad superior a ti.» Mientras pronunciaba estas palabras, dos dioses dirigieron el espejo hacia la puerta entreabierta y otro dios, cuyo nombre incluye el término para designar la fuerza (chikana), se escondió allí cerca.

Al ver su reflejo, Amaterasu salió lentamente de su refugio y se aproximó al espejo y mientras se miraba intensamente, el dios que estaba oculto la cogió de la mano y la obligó a salir del todo. Otra divinidad tendió una cuerda mágica (shi-ru-kume) ante la puerta y dijo: «¡Hasta aquí puedes llegar!», tras lo cual todo volvió a la normalidad y el sol iluminó cielo y tierra. Se había resuelto la crisis divina.

La miríada de ochocientas deidades se reunió de nuevo para deliberar sobre la suerte de quien había provocado la crisis, el caprichoso y destructivo Susano, y le impusieron un duro castigo: una multa de «mil mesas de regalos de restitución», cortarse la barba, las uñas de manos y pies y, por último, expulsarle del cielo, obligándole una vez más a descender a la Tierra de la Llanura de Juncos.




Texto sacado de aquí.

domingo, 14 de mayo de 2017

Izanagi e Izanami - La pareja primordial



En los inicios, cuando la tierra era joven y no estaba completamente formada (el Kojiki dice que «parecía aceite flotante e iba a la deriva, como una medusa»), cobraron vida tres dioses invisibles en lo que los japoneses denominan Takamagahara, o las «Elevadas Llanuras del Cielo». El mayor se llamaba Amanominakanushi-no-kami, o «Señor del Centro del Cielo», e iba seguido por Takamimusubi y Kamimusubi, ambos poderosos kami por derecho propio.

Estos tres, junto con dos divinidades menores (Umashiashikabihikoji-no-kami y Amanotokotachi-no-kami), constituían las cinco «Deidades Celestiales Separadas» primordiales. Les siguieron otras siete generaciones de dioses y diosas «celestiales», que culminaron en la pareja primordial, Izanagi y su hermana y esposa Izanami, cuyos nombres completos eran Izanagi-no-Mikoto («El Varón Augusto») e Izanami-no-Mikoto («La Mujer Augusta»),

Obedeciendo la orden de las deidades de «terminar y solidificar esta tierra movediza», Izanagi e Izanami se situaron en el Puente Flotante del cielo (quizá un arco iris) y agitaron el mar con una lanza recubierta de gemas. Al levantar la lanza, las gotas formaron una isla llamada Onogoro, la primera tierra sólida. Poco después descendieron a ella, erigieron una columna «celestial», construyeron un palacio y decidieron procrear.

Izanagi le preguntó a su hermana cómo estaba formado su cuerpo, y ella contestó que le faltaba una parte mientras que Izanagi dijo que a él le sobraba una parte y sugirió que las uniesen. La pareja divina inventó un ritual matrimonial que consistía en que ambos rodeaban la columna celestial, Izanagi por la izquierda y su hermana por la derecha, y al encontrarse intercambiaban cumplidos y mantenían relaciones sexuales.

Al cabo del tiempo Izanami dio a luz, pero su primogénito fue el deforme [iruko («Niño-Sanguijuela», a quien la desgraciada pareja metió en una barca de juncos que confió al mar. En una «gran adivinación», los dioses llegaron a la conclusión de que el nacimiento del niño-sanguijuela a culpa de Izanami, porque en el ritual de cortejo había hablado la primera.


Con este conocimiento (que ha servido hasta el día de hoy para legitimar las desigualdades sexuales y el machismo en Japón), la pareja regresó a Onogoro y volvió a poner en práctica el ritual. En esta ocasión Izanagi habló el primero cuando ambos se encontraron en la columna, e Izanami tuvo muchos hijos. En primer lugar dio a luz una serie de islas (el archipiélago japonés), después a una serie de dioses y diosas, entre ellos los del viento, las montañas y los árboles, pero cuando nació Kagutsuchi (o Homusubi), dios del Fuego, sus genitales se quemaron de tal manera que enfermó y murió. Sin embargo, Izanami siguió engendrando deidades en plena agonía, en las heces, la orina y los vómitos, Izanagi lloró su muerte, inconsolable, y de sus lágrimas surgieron más deidades.

Más adelante, su tristeza se convirtió en cólera y decapitó al dios del fuego por ser el culpable de la muerte de su amada esposa. De los restos del dios del Fuego nacieron más divinidades. Izanagi decidió ir a Yomi, el reino subterráneo de los muertos, para intentar devolverle la vida a Izanami. Cuando ésta vió en la entrada de Yomi, con su sudario de sombras, Izanagi la saludó con cariño y le rogó que volviera con él. Izanami accedió a discutir su petición con los dioses del inframundo y antes de tentarse a la oscuridad pidió a Batido que no la mirase, pero a Izanagi le consumía un deseo tan ardiente ver a su amada esposa que rompió un diente de la peineta que llevaba el moño izquierdo y le prendió fuego, a modo de antorcha. Entró en la tierra de los muertos y vio que Izanami era un cadáver putrefacto, cubierto de gusanos. Aterrorizado, huyó de aquel lugar, pero Izanami, encolerizada al ver que Izanagi había contrariado sus deseos, envió en su busca a las «brujas de Yomi», a las ocho deidades del trueno y a una horda de guerreros. Al llegar al paso de Yomi, que llevaba a la tierra de los vivos, Izanagi encontró tres melocotones y se los arrojó a sus perseguidores, obligándoles a retroceder. Izanami, convertida en un ser demoníaco, se unió a la persecución pero antes de que diera alcance a Izanagi, éste cerró el paso con una enorme roca. Los dos se vieron frente a frente, a ambos lados de la roca, y «rompieron su compromiso».

Izanagi se sentía sucio por su experiencia en Yomi y decidió purificarse de una forma típicamente japonesa: con un baño. Al llegar a un arroyo de Hyu-ga (al noroeste de Kyushu) se desnudó. De sus ropas nacieron varios dioses y diosas y surgieron otras mientras se bañaba. Por último, Izanagi dio a luz a las tres divinidades más importantes del sintoísmo: la diosa del sol, Amaterasu-no-mikoto (literalmente «Augusta Persona que Hace Brillar el Cielo») apareció cuando se lavó el ojo izquierdo; Tsuki-yomi-no-mikoto («La Augusta Luna») apareció de su ojo derecho, y Susano-no-mikoto («El Augusto Varón Colérico»), de su nariz. Izanagi decidió dividir el reino entre sus tres hijos: le dio su sagrado collar, símbolo de soberanía, a Amaterasu, con el mandato de que gobernase las Elevadas Llanuras del Cielo; a Tsuki-yomi, dios de la luna (en la mitología japonesa la luna se considera masculina), le confió los reinos de la noche y al otro hijo, Susano, el océano.

Amaterasu y Tsuki-yomi aceptaron sus tareas obedientemente, pero Susano se puso a llorar y a aullar. Izanagi le preguntó la causa de su aflicción y Susano contestó que no quería gobernar las aguas sino ir a la tierra en la que vivía su madre, Izanami. Encolerizado, Izanagi desterró a Susano y a continuación se retiró, tras haber terminado su misión divina. Según una versión del mito, subió al cielo, donde vive en el «Palacio Más Joven del Sol». Se dice que esa encerrado en Taga (prefectura de Shiga, Honshu).


Mitología Japonesa



¿Y si dejáramos por un segundo todo lo que estamos acostumbrados a ver y nos sumergiéramos en un mundo completamente nuevo situado en el lejano oriente? ¿Y si exploráramos sus costumbres, tradiciones, dioses y mitos? ¿Y si le diéramos una oportunidad a esta "nueva" mitología? Descubre conmigo en esta otra cultura.

Entradas publicadas hasta la fecha (de más antigua a más reciente):

> El hilo rojo
> Izanagi e Izanami - La pareja primordial
> La crisis divina - Amaterasu retira el sol

viernes, 12 de mayo de 2017

Eros y Psique | Cuando Cupido se enamoró




En una ciudad de Grecia había un rey y una reina que tenían tres hijas. Las dos primeras eran hermosas. Para ensalzar la belleza de la tercera, llamada Psique, no es posible hallar palabras en el lenguaje humano. Tan hermosa era que sus conciudadanos, y un buen número de extranjeros, acudían a admirarla. Incluso dieron en compararla a la propia Afrodita, y no advirtieron que, al descuidar los ritos debidos a esta diosa, tal vez estaban atrayendo sobre la bella y bondadosa joven un destino funesto. Afrodita, la diosa que está en el origen de todos los seres, herida en su orgullo, encargó a su hijo Eros: “Haz que Psique se inflame de amor por el más horrendo de los monstruos” y, dicho esto, se sumergió en el mar con su cortejo de nereides y delfines.

Psique, con el correr del tiempo, fue conociendo el precio amargo de su hermosura. Sus hermanas mayores se habían casado ya, pero nadie se había atrevido a pedir su mano: al fin y al cabo, la admiración es vecina del temor… Sus padres consultaron entonces al oráculo: “A lo más alto contestó la llevarás del monte, donde la desposará un ser ante el que tiembla el mismo Júpiter”. El corazón de los reyes se heló, y donde antes hubo loas, todo fueron lágrimas por la suerte fatal de la bella Psique. Ella, sin embargo, avanzó decidida al encuentro de la desdicha.

Sobre un lecho de roca quedó muerta de miedo Psique, en lo alto del monte, mientras el fúnebre cortejo nupcial se retiraba. En estas que se levantó un viento, se la llevó en volandas y la depositó suavemente en un pradera cuajada en flor. Tras el estupor inicial Psique se adormeció. Al despertar, la joven vio junto al prado una fuente, y más allá un palacio. Entró en él y quedó asombrada por la factura del edificio y sus estancias; su asombro creció cuando unas voces angélicas la invitaron a comer de espléndidos platos y a acostarse en un lecho.

Cuando cayó la noche y Psique estaba a punto de dormirse, un misterioso ser la abrazó en la oscuridad, explicándole que él era el esposo para el cual estaba destinada. Ella no conseguía ver sus rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura. Su matrimonio se consumó, pero antes de que volviera la aurora, el extraño visitante desapareció, haciéndole prometer primero a Psique que jamás intentaría ver su rostro.

Pasaron los días por la soledad de Psique, y con ellos sus noches de placer. En una ocasión su desconocido marido le advirtió: “Psique, tus hermanas querrán perderte y acabar con nuestra dicha”. “Mas añoro mucho su compañía dijo ella entre sollozos. Te amo apasionadamente, pero querría ver de nuevo a los de mi sangre”. “Sea “, contestó el marido, y al amanecer se escurrió una vez más de entre sus brazos. De día aparecieron junto a palacio sus hermanas y le preguntaron, envidiosas, quién era su rico marido. Ella titubeó, dijo que un apuesto joven que ese día andaba de caza y, para callar su curiosidad, las colmó de joyas. Poco antes de que anocheciera, Psique tranquilizó a sus hermanas y las despidió hasta otra ocasión.



Con el tiempo, y como no podía ser de otra forma, Psique quedó encinta. Pidió entonces a su marido que hiciera llegar a sus hermanas de nuevo, ya que quería compartir con ellas su alegría. Él rezongó pero, tras cruzar parecidas razones, acabó accediendo. Al día siguiente llegaron junto a palacio sus hermanas. Felicitaron a Psique, la llenaron de besos y de nuevo le preguntaron por su marido. “Está de viaje, es un rico mercader, y a pesar de su avanzada edad…” Psique se sonrojó, bajó la cabeza y acabó reconociendo lo poco que conocía de él, aparte de la dulzura de su voz y la humedad de sus besos… “Tiene que ser un monstruo “, dijeron ellas, aparentemente horrorizadas, “la serpiente de la que nos han hablado. Has de hacer, Psique, lo que te digamos o acabará por devorarte”. Y la ingenua Psique asintió.

“Cuando esté dormido, dijeron las hermanas, coge una lámpara y este cuchillo y córtale la cabeza”. Enseguida partieron, y dejaron sumida a Psique en un mar de turbaciones. Pero cayó la noche, llegó con ella el amor que acostumbraba y, tras el amor, el sueño. La curiosidad y el miedo tiraban de Psique, que se revolvía entre las sábanas. Decidida a enfrentar al destino, sacó por fin de bajo la cama el cuchillo y una lámpara de aceite. La encendió y la acercó despacio al rostro de su amor dormido. Era… el propio dios Eros, joven y esplendoroso: unos mechones dorados acariciaban sus mejillas, en el suelo el carcaj con sus flechas. La propia lámpara se avivó de admiración; la lámpara, sí, y una gota encendida de su aceite cayó sobre el hombro del dios, que despertó sobresaltado.

Al ver traicionada su confianza, Eros se arrancó de los brazos de su amada y se alejó mudo y pesaroso. En la distancia se volvió y dijo a Psique: “Llora, sí. Yo desobedecí a mi madre Afrodita desposándote. Me ordenó que te venciera de amor por el más miserable de los hombres, y aquí me ves. No pude yo resistirme a tu hermosura. Y te amé… Que te amé, tú lo sabes. Ahora el castigo a tu traición será perderme”. Y dicho esto se fue.

El palacio desapareció también, y la pobre Psique se encontró en la roca solitaria donde quisieron matarla otra vez, en una espantosa soledad. Al principio pensó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí, pero las aguas la llevaron suavemente a la otra orilla.



Psique comenzó entonces una búsqueda desesperada por encontrar a Eros que culminó en su llegada al templo de Afrodita. Ésta, llena de ira y deseos de venganza, rasgó las vestiduras de Psique y le encomiendó tareas imposibles como clasificar miríadas de semillas distintas. Psique recibía ayuda de distintos dioses y fuerzas de la naturaleza que hacían posible que completara estos desafíos. Afrodita entonces inventó un nuevo castigo para Psique: ella debería internarse en el Inframundo en busca de Perséfone, reina de los infiernos, para rogarle que le diera un poco de su belleza dentro de un cofre. Sorteando varias dificultades, Psique cumplió con la tarea y comienzó su viaje de vuelta hacia la luz. En el camino, cayó presa nuevamente de la curiosidad. Atraída por el deseo de agradarle más a su amado adornándose de belleza divina, abrió el cofre e inmediatamente cayó en un sueño mortal.

Mientras tanto Eros, recién recuperado de su herida, partió en búsqueda de su amada esposa para despertarla de su sueño. Luego se dirigió a visitar a Zeus para rogar al dios que tuviera compasión de Psique y la hiciera inmortal para que pudiera vivir con él en los cielos. Zeus se compadeció de Eros y apaciguó a Afrodita diciéndole que éste sería un casamiento digno de su hijo. Así es que ordenó el casamiento de Eros y Psique, que duraría para siempre. Afrodita acabó perdonándolos y hasta bailó en la boda.

Según Apuleyo, la hija nacida de ambos llevaría el nombre “Hedoné”, que significa Placer.

Curiosidad: Psique en griego quiere decir alma.


Texto sacado de aquí, aquí y aquí.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Surt y el fin del mundo




Surt, también conocido como Surtur, es un gigante de fuego y el soberano de la región de fuego, Muspelheim, uno de los nueve mundos sostenido por Yggdrasil, el árbol de la vida. Como los demás gigantes presentes en la mitología nórdica, Surtur representa las fuerzas del caos primitivo y el papel que tiene asignado es causar la destrucción del mundo cuando llegue el Ragnarök. Según la leyenda solo el bosque de Hodmímir permanecerá, porque es la única cosa que la espada de fuego de Sutur no puede destruir, y de allí surgirán los que poblarán el nuevo mundo una vez más.

El Völuspá se dice:

Surt del sur
Blandiendo fuego
La espada de los dioses brilla en la oscuridad,
como estrellas en la noche
Montañas colapsan en escombros
Y los demonios caerán
El hombre camina la senda hacia la ruina
mientras el cielo se abre en dos



Las principales apariciones de este gigante en la mitología tienen que ver con la creación del gigante primordial Ymir y la vaca sagrada Audumla fruto de las chispas de Muspelheim (donde Sutur gobierna) y del hielo del abismo, pero sobretodo con el fin del mundo. Cuando llegue el momento Surt encabezará el ataque de los gigantes de Muspelheim contra los dioses de Asgard. Avanzarán hacia el sur y partirán en dos el cielo, cerca de Vigrid, a los pies del Valhalla, dejando a su paso un mundo consumido por las llamas. Llamas que acabarán con el puente Bifrost, unión entre Midgard y Asgard.

En esta batalla final, durante el Ragnarök, Surtur empuñando su espada de fuego derrotará a Frey. Odín morirá engullido por el lobo Fenrir que a su vez encontrará la muerte a manos de Vidar, hijo de Odín. Thor destruirá a la serpiente Jormungand pero morirá por el veneno de esta y Heimdall y Loki se matarán mutuamente en una épica batalla final. Asgard acabará reducida a cenizas, el mar cubrirá la tierra, las estrellas se apagarán y desaparecerá el sol. Reinará el caos y la oscuridad, pero de este caos y oscuridad renacerá un nuevo mundo gobernado por nuevos dioses como Vidar y Vali.



He aquí otro fragmento del Völuspá en el que se habla del Ragnarok:

Hrym llega del este llevando su escudo,
se encrespa Jörmungard con furor de troll,
la sierpe azota el mar, el águila gañe,
desgarra los muertos, se suelta Naglfar.

Llega un barco del este, vendrán por el mar
las huestes de Muspell, Loki es el piloto;
llegan los trolls con el lobo,
el hermano de Býleist marcha el primero.

Surt llega de sur, abrasa las ramas,
fulgura la espada del dios de los muertos:
las montañas chocan, los monstruos se derrocan,
pisan las vías de Hel, y el cielo se raja.

Sufre entonces Hlín otro gran dolor
cuando marcha Odín a luchar con el lobo,
y el radiante asesino de Beli, con Surt.



En la Edda de Snorri Sturluson se describe a Surt así:

"Surt es el que está en la frontera de Muspel, cuidando la tierra. Su espada está llameando y mientras el mundo termine saldrá, hará guerra contra y vencerá a los dioses. Y quemará el mundo entero con fuego. Sólo el bosque de Hodmímir permanecerá, porque es la única cosa que su espada no puede destruir, y de allí surgirán los que poblarán el nuevo mundo una vez más."

Curiosidad:

En 1963 emergió una isla volcánica a unos 32 kilómetros de la costa sur de Islandia. Su superficie es de unas 144 hectáreas. El nombre que se le dio a esta isla fue Surtsey (en islandés Isla de Surt), en honor al gigante del fuego. Surtsey fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2008.



martes, 9 de mayo de 2017

Caos: la creación del universo



La entrada de hoy va a ser un poco diferente, porque he pensado: ¿Qué mejor manera de contar el origen del universo según la mitología griega que citando a Ovidio? Así que aquí os la dejo. Pondré la definición de las palabras destacadas al final.

      Antes del mar y de las tierras y lo que cubre todo, el cielo, 5
uno era de la naturaleza, el rostro en todo el orbe,
al que dijeron Caos, ruda e indigesta mole
y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él,
unas discordes simientes de no bien juntadas cosas.

Ningún Titán todavía al mundo ofrecía luces, 10
ni nuevos, creciendo, reparaba sus cuernos Febe,
ni en su circunfuso aire pendía la tierra,
por los pesos equilibrada suyos, ni sus brazos por el largo
margen de las tierras había extendido Anfitrite,
y por donde había tierra, allí también ponto y aire. 15

Así, era inestable la tierra, innadable la onda,
de luz carente el aire: en ninguno su forma persistía,
y estorbaba a los otros cada uno, porque en un cuerpo solo
lo frío pugnaba con lo cálido, lo húmedo con lo seco,
lo muelle con lo duro, lo sin peso con lo que tenía peso. 20
     
Esta lid un dios y una mejor naturaleza dirimió,
pues del cielo las tierras, y de las tierras escindió las ondas,
y el fluido cielo segregó del aire espeso.
Las cuales cosas, después de que las separó y eximió de su ciega acumulación,
disociadas por sus lugares, con una concorde paz las ligó: 25

la fuerza ígnea y sin peso del convexo cielo
rieló, y un lugar se hizo en el supremo recinto;
próximo está el aire a ella en levedad y en lugar;
más densa que ellos, la tierra, los elementos grandes atrajo
y presa fue de la gravedad suya; el circunfluente humor 30
lo último poseyó, y contuvo al sólido orbe.



     Así cuando dispuesta estuvo, quienquiera que fuera aquel de los dioses
esta acumulación sajó, y sajada en miembros la juntó:
en el principio, la tierra, para que no desigual por toda
parte fuera, en forma la aglomeró de gran orbe; 35
entonces a los estrechos difundirse, y que por arrebatadores vientos se entumecieran
ordenó, y que a la rodeada tierra circundaran los litorales;

añadió también fuentes y pantanos inmensos y lagos,
y las corrientes declinantes ciñó de oblicuas riberas,
las cuales, diversas por sus lugares, en parte son sorbidas por ella, 40
al mar arriban en parte, y en tal campo recibidas
de más libre agua, en vez de riberas, sus litorales baten;

ordenó también que se extendieran los llanos, que se sumieran los valles,
que de fronda se cubrieran las espesuras, que se elevaran lapídeos montes;
y, como dos por la derecha y otras tantas por su siniestra 45
parte, el cielo cortan unas fajas (la quinta es más ardiente que aquellas),
así distinguió la carga en él incluida con el número mismo
el cuidado del dios, y otras tantas llagas en la tierra se marcan;

de las cuales la que en medio está no es habitable por el calor;
nieve cubre, alta, a dos; otras tantas entre ambas colocó 50
y templanza les dio, al estar mezclada con el frío la llama.
     Domina sobre ellas el aire, el cual, en cuanto es el peso del agua
que el peso de la tierra más ligero, tanto es él más pesado que el fuego;
allí también las nieblas, allí aposentarse las nubes
ordenó, y los que habrían de conmover, los truenos, a las humanas mentes, 55
y con los rayos hacedores de relámpagos los vientos.

     A ellos también no permitió el artífice del mundo que por todas partes
tuvieran el aire; apenas ahora se les impide a ellos,
cuando cada uno regenta sus soplos por diverso trecho,
que destrocen el mundo: tan grande es la discordia de los hermanos. 60


El Euro a la Aurora y a los nabateos reinos se retiró,
y a Persia, y a las cimas sometidas a los rayos matutinos;
el Anochecer y las playas que con el caduco sol se templan
próximos están al Céfiro; Escitia y los Septentriones
el horrendo los invadió Bóreas; la contraria tierra, 65
con nubes asiduas y lluvia, se humedece por el Austro.
De ello encima impuso, fluido y de gravedad carente,
el éter, y que ninguna cosa de la terrena hez tiene.

     Apenas así con lindes había cercado todo ciertas,
cuando, las que presa mucho tiempo habían sido de una calina ciega, 70
las estrellas empezaron a bullir por todo el cielo,
y para que región no hubiera alguna de sus vivientes huérfana,
los astros poseen el celeste suelo y las formas de los dioses,
cedieron, para que las habitaran, a los nítidos peces las ondas,
la tierra a las fieras acogió, a los voladores el agitable aire. 75
     
Más santo que ellos un viviente y de una mente alta más capaz
faltaba todavía, y que dominar en los demás pudiera:
nacido el hombre fue, ya si a él con divina simiente lo hizo
aquel artesano de las cosas, de un mundo mejor el origen,
ya si la reciente tierra, y apartada poco antes del alto 80
éter, retenía simientes de su pariente el cielo.

A la cual, el hijo de Jápeto, mezclada con pluviales ondas,
la modeló en la efigie de los que moderan todo, los dioses,
y aunque inclinados contemplen los demás vivientes la tierra,
un rostro sublime al hombre dio y el cielo ver 85
le ordenó y erguido hacia las estrellas levantar su semblante.
Así, la que ora había sido ruda y sin imagen, la tierra
se vistió de las desconocidas figuras, transformada, de los hombres.


Definiciones (en orden de aparición):

Orbe: mundo (conjunto de todo lo existente).
Caos: en algunos relatos cosmogónicos griegos, el Caos es aquello que existe antes que el resto de los dioses y fuerzas elementales, es decir, el estado primigenio del cosmos.
Mole: cosa muy pesada y voluminosa.
Simiente: semilla
Titán: raza de poderosas deidades que gobernaron durante la legendaria Edad de oro.
Febe: era una de las titánides originales
Anfitrite: era una antigua diosa del mar tranquilo, que se convertiría en esposa de Poseidón
Ponto: mar (masa de agua salada).
Pugnar: batallar, contender o pelear.
Muelle: delicado, suave, blando.
Lid: combate, pelea.
Dirimir: deshacer, disolver, desunir, ordinariamente algo inmaterial.
Escindir: cortar, dividir, separar
Eximir: librar, desembarazar de cargas, obligaciones, cuidados, culpas, etc.
Disociar: separar algo de otra cosa a la que estaba unida.
Ígneo: de fuego o que tiene la naturaleza del fuego.
Convexo: curvado hacia fuera, como el exterior de un cuenco.
Rielar: 1.Vibrar, temblar. / 2.Brillar con luz trémula.
Humor: humorismo (modo de presentar la realidad).
Sajar: hacer un corte a alguien en la carne.
Orbe: esfera celeste o terrestre.
Circundar: cercar, rodear algo o a alguien.
Litoral: costa de un mar, país o territorio.
Declive: pendiente, cuesta o inclinación del terreno o de la superficie de otra cosa.
Sorber: absorber, tragar.
Fronda: conjunto de hojas o ramas que forman espesura.
Lapídeo: de piedra.
Faja: franja mucho más larga que ancha.
Regentar: ejercer un cargo ostentando superioridad.
Trecho: espacio, distancia de lugar o tiempo.
Euro: viento del Este.
Aurora: diosa romana del amanecer, equivalente a la griega Eos.
Nabateo: que pertenecía a un pueblo nómada del noroeste de Arabia, entre el mar Rojo y el río Éufrates.
Caduco: perecedero (poco durable).
Céfiro: dios del viento del Oeste.
Escitia: región euroasiática habitada por los pueblos escitas desde el siglo VIII a.C. hasta el II d. C.
Septentriones: vientos del Norte
Bóreas: dios de los vientos del Norte
Austro: dios de los vientos del Sur
Éter: elemento más puro y más brillante que el aire
Calina: calima (accidente atmosférico consistente en partículas de polvo o arena en suspensión, cuya densidad dificulta la visibilidad).
Bullir: moverse como dando señal de vida.
Jápeto: titán hijo de Urano y Gea.
Hijos de Jápeto: Atlas, Prometeo, Epimeteo y Menecio.
Ora: ahora.



lunes, 8 de mayo de 2017

Frey: el dios de la Tierra de los Elfos



Frey era hijo de Njörðr (vanir dios de la navegación) y hermano de Freyja (vanir diosa del amor y la belleza). Nació en Vanaheim (reino de los dioses vanir) y por tanto pertenecía a la raza de los vanir (dioses de la naturaleza).

En un determinado momento de la guerra entre los Æsir y los Vanir acordaron una tregua a cambio del intercambio de rehenes. Frey, junto con su padre, fueron enviados a Asgard (reino de los æsir), donde fueron muy bien acogidos.

Ya que era costumbre entre las naciones nórdicas conceder algún regalo valioso a los niños cuando les salía el primer diente, los Æsir le entregaron al joven Frey el bello reino de Alfheim, o Tierra de los Elfos de la Luz.


Allí, Frey, el dios de la dorada luz del Sol y de las cálidas lluvias de verano, tomó su residencia, encantado con la compañía de los elfos, que implícitamente obedecían todas sus órdenes y a la más mínima de sus señales iban de acá para allá, haciéndo todo el bien en su poder, pues ellos eran espíritus preeminentemente benéficos.

Frey también recibió de los dioses una maravillosa espada, llamada Espada de la Victoria, un símbolo de los rayos del sol, que tenía el poder de vencer en la lucha, por su propia voluntad, tan pronto como fuera desenfundada de su vaina. Frey la usaba especialmente contra los gigantes de hielo, a quienes odiaba casi tanto como lo hacía Thor (dios del trueno).

Los enanos de Svartalfheim (reino de los enanos y de los elfos oscuros) le dieron a Frey el jabalí de cerdas de oro, Gullinbursti, una personificación del Sol. Las relucientes cerdas de este animal estaban consideradas como símbolos, o bien de los rayos solares, o del grano dorado, que a su orden se ondulaba sobre los campos de cosecha de Midgard (reino de los hombres, la Tierra), o de la agricultura. Se suponía que el jabalí (rasgando la tierra con su afilado colmillo) había sido el primero en enseñar a la humanidad el arte del arado.

Frey cabalgaba a veces sobre el maravilloso jabalí, cuya velocidad era increíble y en otras ocasiones, lo enjaezaba a su carro dorado, que se decía contenía frutas y flores que él esparcía profusamente sobre la faz de la Tierra.

Frey era, además, el orgulloso propietario no sólo del intrépido corcel Blodughofi, el cual cabalgaba a través del fuego y el agua a sus órdenes, sino también del barco mágico Skidbladnir, una personificación de las nubes. Esta embarcación, que navegaba sobre tierra y mar, era arrastrada siempre por vientos favorables y era tan elástica que podía asumir proporciones lo suficientemente grandes como para transportar a los dioses, sus corceles y todo su equipaje, pero también podía ser doblada hasta alcanzar el tamaño de una servilleta y ser guardada en un bolsillo.