lunes, 8 de mayo de 2017

Frey: el dios de la Tierra de los Elfos



Frey era hijo de Njörðr (vanir dios de la navegación) y hermano de Freyja (vanir diosa del amor y la belleza). Nació en Vanaheim (reino de los dioses vanir) y por tanto pertenecía a la raza de los vanir (dioses de la naturaleza).

En un determinado momento de la guerra entre los Æsir y los Vanir acordaron una tregua a cambio del intercambio de rehenes. Frey, junto con su padre, fueron enviados a Asgard (reino de los æsir), donde fueron muy bien acogidos.

Ya que era costumbre entre las naciones nórdicas conceder algún regalo valioso a los niños cuando les salía el primer diente, los Æsir le entregaron al joven Frey el bello reino de Alfheim, o Tierra de los Elfos de la Luz.


Allí, Frey, el dios de la dorada luz del Sol y de las cálidas lluvias de verano, tomó su residencia, encantado con la compañía de los elfos, que implícitamente obedecían todas sus órdenes y a la más mínima de sus señales iban de acá para allá, haciéndo todo el bien en su poder, pues ellos eran espíritus preeminentemente benéficos.

Frey también recibió de los dioses una maravillosa espada, llamada Espada de la Victoria, un símbolo de los rayos del sol, que tenía el poder de vencer en la lucha, por su propia voluntad, tan pronto como fuera desenfundada de su vaina. Frey la usaba especialmente contra los gigantes de hielo, a quienes odiaba casi tanto como lo hacía Thor (dios del trueno).

Los enanos de Svartalfheim (reino de los enanos y de los elfos oscuros) le dieron a Frey el jabalí de cerdas de oro, Gullinbursti, una personificación del Sol. Las relucientes cerdas de este animal estaban consideradas como símbolos, o bien de los rayos solares, o del grano dorado, que a su orden se ondulaba sobre los campos de cosecha de Midgard (reino de los hombres, la Tierra), o de la agricultura. Se suponía que el jabalí (rasgando la tierra con su afilado colmillo) había sido el primero en enseñar a la humanidad el arte del arado.

Frey cabalgaba a veces sobre el maravilloso jabalí, cuya velocidad era increíble y en otras ocasiones, lo enjaezaba a su carro dorado, que se decía contenía frutas y flores que él esparcía profusamente sobre la faz de la Tierra.

Frey era, además, el orgulloso propietario no sólo del intrépido corcel Blodughofi, el cual cabalgaba a través del fuego y el agua a sus órdenes, sino también del barco mágico Skidbladnir, una personificación de las nubes. Esta embarcación, que navegaba sobre tierra y mar, era arrastrada siempre por vientos favorables y era tan elástica que podía asumir proporciones lo suficientemente grandes como para transportar a los dioses, sus corceles y todo su equipaje, pero también podía ser doblada hasta alcanzar el tamaño de una servilleta y ser guardada en un bolsillo.


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