lunes, 10 de abril de 2017

Thor y la Serpiente de Midgard


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Jörmundgander, también llamada Serpiente de Midgard, era una colosal sierpe hija de Loki y de la giganta Angrboda. Sus anillos se extendían por la tierra hasta donde la vista podía alcanzar y su horrorosa cabeza de dragón y su interminable cuello sobresalían por encima de la tierra y las montañas como un pilar escamoso color ébano coronado por el semblante mismo de la muerte.

Al darse cuenta del peligro que suponía, Odín la envió a las profundidades del océano de Midgard, dónde siguió creciendo durante mucho tiempo hasta que tuvo la longitud suficiente para rodear Midgard, así que esta terrible bestia formaba un círculo mordiéndose la cola que impedía que las olas se salieran.

Uno de los mitos más conocidos de la mitología nórdica cuenta que un día Aeger, dios de los mares y los océanos, quiso preparar una fiesta en su casa, pero cuando fue a hacer los preparativos se dió cuenta de que no tenía suficiente bebida porque no había ningún caldero lo suficientemente profundo para preparar la cerveza.


Le pidió ayuda a Thor, dios de las tormentas, y al ver que este no conseguía nada Tyr, dios de la guerra, quiso ayudarle y le sugirió que fueran juntos hasta el este del río Elivagar, cerca de las fronteras del cielo donde habitaba Hymer, su padre. Thor tomó la apariencia de un muchacho y siguió junto con Tyr el camino indicado. A la mañana siguiente, cuando ya habían llegado al hogar de los padres de Tyr, Thor le propuso a Hymer acompañarle a pescar, y aunque a Hymer no le hacía mucha gracia acabó aceptando.

Una vez en el barco el gigante se sorprendió de que Thor remaba muy rápido y con mucha fuerza. Le advirtió de que si no paraba entrarían en los territorios de la Serpiente de Midgard, Jormungand. Thor no le hizo caso y siguió remando.



Cuando por fin paró tuvieron muy buena pesca. Hymer pescó dos ballenas y a Thor la serpiente de Midgard le mordió el anzuelo. Los mares temblaron, el cielo se oscureció y parecía que el mundo mismo se iba a desplomar. La serpiente se batía furiosa con una fuerza de diez mil ejércitos, y Thor sin desfallecer seguía agarrando la caña, con su descomunal fuerza de dios. Fue una batalla terrible.

Al final el gigante no pudo resistir más el pánico y cortó el hilo de la caña, haciendo así que la serpiente volviera a los mares y que las aguas se calmaran instantáneamente, como si nunca hubiera pasado nada. Quizás fue este mito, u otro, el que les llevaría a combatir en el Ragnarok a Thor y a Jormungand.

Al regresar a la casa de Hymer, este quiso probar nuevamente la fuerza de Thor y para ello le pidió que lanzara un vaso contra su frente irrompible. Thor así lo hizo, el vaso se rompió y la frente del gigante quedó intacta. Tras esta nueva proeza el gigante aceptó darle su caldera, de una milla de profundidad, para que pudieran volver y celebrar la fiesta. Y así lo hicieron.